martes, abril 15, 2008

Perspectiva

Siempre me pregunté por qué a medida que vamos creciendo pareciera que el tiempo se acelera. En paralelo también creía que el tiempo no cambia (por su definición y explicación ontológica), sino que somos nosotros mismos y nuestra percepción los que cambiamos; Y no es que realmente cambiemos nosotros ni nuestra forma de percibir propiamente dicha (aunque parezca contradictorio con lo expresado antes), sino que lo que cambia es nuestra concepción global de las cosas, nuestro entender en conjunto del mundo que nos rodea, de las interacciones que en él ocurren, de su trascendencia y de nuestras reacciones en relación a ellas.
Es como los años, uno cree que pasan mucho más rápido cuando tiene (supongo) 80 o 90 años, que cuando tiene 20 o 30, o 4 o 5 (ésta última comparación la he vivido, no la supongo). Es lo que decía antes, al haber vivido solo 4 años, uno más es un quinto del total de nuestra existencia, mientras que al tener 80, es solo una octogésima parte de ella. Así nuestra percepción del tiempo se modifica y regula, mientras que nuestra concepción absoluta de las cosas también. Pero para que se entienda mejor este punto voy a dar otro ejemplo y después si me acuerdo, vuelvo a éste, que es el Quid de la cuestión a la cual me quiero referir.
Supongamos que leemos un libro cualquiera, pero no del todo trivial, puede ser tanto literatura como político o de carácter científico, y lo hacemos ni bien entramos a la secundaria. Bueno, resulta que muchas de las cosas que vallamos a leer las vamos a entender de una forma muy superficial o ni las vamos a detectar realmente, sí leyéramos un cuento de Borges o un libro de filosofía como Leviatán de Hobbes, captaríamos el primer, más explicito y tangible nivel de abstracción. Ahora al leerlos en 5to año, luego de haber pasado por filosofía, instrucción cívica, e historia, posiblemente veamos un segundo nivel de significación, tal vez más cercano al que el autor quiso comunicar. Lo mismo pasaría una vez entrados en la universidad, más aún si hemos podido votar o nos hemos enfrentado a dudas existenciales, teológicas o cuales fueran. Y así podría ser muchas veces (es imposible calcular la cantidad exacta de veces o si ha de ser infinita o no, por la perennidad inherente al ser humano mismo) y cada vez que lo leyéramos significaría algo nuevo, distinto y agregaría algo más a nuestra forma de entender. Eso es así gracias a algo llamado competencias psicológicas y es parte de lo que hace que entendamos todo de una forma distinta, ya que nadie ha vivido lo mismo en su totalidad (aunque pueden haber similitudes entre coetáneos o cualquiera que comparta cierta cantidad de vivencias significativas con los demás).
Así, retomando, a medida que se amplían nuestras competencias psicológicas nuestra manera de ver el mundo (cosmovisión) se complejiza.
Ahora, volviendo a la esfera de la vida, a uno le pasan cosas y yo, así como creo que mientras más vivimos menos significa cada momento, mientras más vivimos más cosas pasan en menos tiempo. Suena a sofismas y puede serlo, pero en realidad son dos premisas independientes, así como lo es la que dice que a mayor cantidad de hechos que nos ocurren mayor proporción de ellos va a ser negativo y menor va a ser positivo. Y el punto central está expresado ahí, en esa última frase. ¿Es realmente así? Antes creía que si, el otro día me pareció que no. Yo creo que la proporción es siempre la misma. De cada 10 hechos puede que 8 sean malos y 2 buenos, o 3 malos y 7 buenos, o 5 y 5, la verdad la proporción absoluta si es que existe no la sé, aunque suena reconfortante creer que si la hay (una proporción real) [o muy desalentador si es que 1 de cada 100 es buen]. Lo más probable para mi es que sólo sea cuestión de azar, que no hayan en absoluto hechos buenos o malos, y que en realidad es todo cuestión de perspectiva, de donde lo miramos y de cuáles son esas cosas que en verdad nos afectan, porque pueden ser mil hechos malos gigantescos que nos estén afectando, y nosotros creer que vamos bien, o puede ser un solo factor pequeño que nos importe más que nada en el mundo, y aunque en lo demás estemos de diez, como no nos sale eso o acaeció aquello otro no nos sintamos con ánimos de seguir. Tal vez sea como dicen, cuando se cierra una puerta se abre una ventana, o… no hay mal que por bien no venga… o… (Y esta si es en serio) es cuestión de cómo se vea el vaso, si medio lleno o medio vacío…

lunes, abril 07, 2008

Mirar atrás

Día a día más nublada y obscura me entumece el alma y me ofusca la vida.

Dejo de ver en su pasar las cosas que más me animan y no logro comprender como es que en tanto tiempo la rutina vuela y me cambia la perspectiva. Mas que he de hacer si no soy capaz de comprender en lo que encuentro a mí alrededor ni puedo confrontar lo que veo más allá de la realidad que me circunda.

No soy distinto del que llegó, pero soy tampoco me entiendo de la misma manera. Veo en mi mismo cosas que no pensé fueran tan simples o complejas y me aterro con la idea de que todo lo que puedo conocer es demasiado poco para poder ser en cualquier forma real.

Tal vez no sea yo el mismo que viajó tanto y tan poco, aquel a quién no le importaba más que conocer y hacerse entender con las palabras de sentido vacuo, aquellas que solo cobraban sentido cuando se las comparaba con lo propio cada vez que se las leía.

Deben ser los años o el exceso de ocio lo que me lleva a replantearme mi antiguo accionar, todo lo que consideraba que me hacia como soy, los pequeños pedazos de mi ser que todos juntos hacían mi identidad. Ya no son esas mañanas frías y soleadas lo que me representa, ni esas noches turbulentas entre amigos o en soledad, o las otras noches o los otros días, que tan solitariamente pasaba sólo con la intención y el anhelo de poder reconfortar la ilusión misma que me movía para ser y hacer lo que luego vendría.

Son las ganas de volver a empezar las que me vuelven loco, la incertidumbre es inminente, lo sé, y no puedo hacer nada para evitarla, quisiera poder mirar hacia el frente como en el pasado teniendo un rumbo fijo y dándome cuenta de que no estoy tan errado hoy como creo. Que sólo son pequeños desvíos minúsculos y que al final el norte existe, lo conozco y voy hacia allá sin duda.

Temo que no sea temporal lo que he perdido y que mis sueños sea imposibles de conjurar, pero aun me asusta más la idea de no recobrar el anhelo perdido y quedarme estático sin nada para lograr.

No soy de temerle a muchas cosas, ni me acobardo con facilidad, pero últimamente me cuesta más de la cuenta encontrar razones para pelear. Cada vez las mañanas frías se ven más lejanas y con ello los sentires que las solían acompañar, las campanas ya no suenan como antes ni la ropa azul se ve desfilar.

Me he vuelto más sensible tal vez, o hasta es posible que el tiempo sólo haya logrado endurecerme, pero sin estar seguro de nada solo puedo decir que lo que he vivido es como la vida actual con la diferencia abismal que la perspectiva obtusa o la ingenuidad nos otorga de la vida y de las posibilidades de accionar que tendremos en este tormentoso navegar al que llamamos vida…