sábado, enero 12, 2008

Amarillo

Que puedo decir? Extraño el amarillo, no el color en sí, tengo una chomba de ese color que uso seguido (de paso digo que me la regaló mi hermano) y que aunque la lleve puesta no disminuye mis ganas de ver el color que yo digo. Pero en realidad no es un color de verdad lo que extraño, lo que quiero ver es un reflejo, son las cosas, cualesquiera que sean tenidas por ese tono tan emblemático y tan pregnante, que significa tantas cosas (polisémico), y que a cada mirada refleja un sentir y un decir diferente.
Es el ser de las 10 de la mañana, de las 9 un sábado en una plaza todavía despierto de la noche anterior, es a las 11 un lunes o a las 8 en octubre cuando empieza a hacer calorcito. Es el despertar con el sol diciéndote que ese día hay una nueva oportunidad de obtener lo que queres, y que cuando lo vez no solo sabes que te dice eso, sino que también sabes bien que es lo que queres, y no tenes dudas de que lo vas a obtener al final, es la certeza del final.
No echo de menos su presencia porque está... se siente más o menos que siempre, más o menos acá que en donde quiero estar, pero está y es sabido, lo que se echa de menos es el ser partícipe de su impronta, no dejarse llevar por el tedio y la amargura, sobreponerse a las rutinas y a la desidia siempre, con solo ver que hay mucho por delante y que vale la pena, eso extraño.
Cuesta explicar los sentimientos, y este mas que cualquiera porque es el sentimiento que transmite el tono de un color de un recuero, o una serie de ellos, aglutinados a través de criterios diversos y solo evaluados por la subjetividad del que escribe; que sin mayores métodos cree en la realidad de que significa algo, el recuerdo, intrínsecamente, sólo por ser de él y de transmitirle tanto solo con haber sido. No es el valor en sí del color ni de los recuerdos, es el sentimiento de… no sé… esperanza quizás, o de poder, o de trascendencia, da igual el nombre que se le ponga, siempre es igual.
Extraño el sentimiento que brinda en el momento, y que se resalta más en retrospectiva, el filtro amarillo de las mañanas soleadas bajo la sombra de los ombúes, los aromos o los eucalipto, cuando todo lo que preocupa es ir a otro lado, es cubrirse de los rayos impertinentes del sol del ya acontecido amanecer que no deja respirar y no se calma con la obscuridad por que calienta los ambientes e inquita a las aves que con sus cantos revolucionan hasta el más apacible poblado.
Me da cosa que tal vez no hace tanto que lo he visto y vivido, pero que lo siento tan lejano por no ser partícipe activo de su desarrollo diario y si serlo de su nacimiento en lo que es el ocaso mío de cada día…